Son las 4 a.m. Noche cerrada. Luces apagadas. Nadie por las calles salvo algún hombre solitario. Acabamos de emprender el camino hacia Copán un pequeño municipio hondureño fronterizo con Guatemala que custodia uno de los conjuntos arqueológicos maya más sobresalientes de Centroamérica.
Todavía tenemos 6 horas de camino y vamos (Oihane y yo) solas en el microbús. El piloto que nos acompaña hoy, Víctor, hace ese recorrido ida y vuelta a diario. Agarra el volante a las 4 a.m, llega a las 10 de la mañana a Copán, emprende el camino de regreso a La Antigua pasado el mediodía y llega a su casa a eso de las 8 de la tarde. Y vuelta a empezar, porque da lo mismo que no tenga pasajeros en una de las rutas siempre y cuando asegure, al menos, un trayecto con compañía. Nos preguntamos si eso alcanza para vivir si es él quien…
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