Entre marzo y abril de 2015 viajé al norte de Marruecos. Mantuve un diario. Me divertí, me asombré, me indigné, me bañaron en un hammam y me aburrí. Todojunto.
La idea de hacer ese viaje brotó de un encuentro casual. Recababa información sobre una noticia y entré en una librería. La conversación con su dueño derivó en un acercamiento a su vida personal: de dónde era, por qué había decidido convertirse a la religión islámica, cómo fue su vida en Marruecos… Me resultó tan interesante su recorrido vital que, un día, quedamos para tomar café y hablar. Él se encargó de darme un recorrido histórico por Marruecos, de argumentar sus razones para convertirse al islam, de su viaje por el desierto saharaui y argelino (un viaje que hizo junto a uno de los caricaturistas asesinados de la revista Charlie Hebdo), recordó aquellos años en que los españoles “se bajaban al moro” (hordas de “hippies colgaos” en Chefchaouen para conseguir hachís y marihuana).
Aunque aquella tarde recorrimos todo el país (todavía conservo el mapa de carreteras sobre el que trazamos puntos y datos de interés), nos detuvimos con más esmero en el Rif y su historia de resistencia. Me habló de El Raisuni y El Khattabbi. Quién me iba a decir que una vez allí los conocería a ambos, algo cambiados por el paso del tiempo: uno seguía siendo líder y el otro continuaba siendo un rebelde, aunque su lucha la hacía ahora a través del arte.
No quise escribir e hice esto (haz click aquí para verlo más grande)

Aquí encontrarás el recorrido, algo retorcido, y las personas, algo singulares, que encontré durante el tiempo que pasé recorriendo la zona norte del país.